Un rey de Babilonia manda a sus sabios proyectar un laberinto. Fue tan perfecto que nadie se atrevía a entrar. Los temerarios continúan perdidos. Cierto día, el rey recibe la visita del rey de Arabia y lo reta a entrar al laberinto. El rey de Arabia entra y por poco no haya la salida. Éste, le dice a su anfitrión que en su país existe un laberinto más complejo que con gusto le enseñará. Cuando regresó a sus tierras, juntó a su ejército e invadió Babilonia. El rey es apresado y dejado por su homólogo en su laberinto: el desierto
En una sola página, Borges hace una de sus típicas imitaciones: simula una historia arábiga. “Cuentan los hombres dignos de fe (pero Alá sabe más) que…”. Concisión e imperturbabilidad en el relato de un hecho homicida son los dos rasgos borgeanos que aparecen destacables en este cuento breve