La guerra civil: la sublevación militar y el estallido de la guerra . El desarrollo del conflicto: etapas y evolución de las dos zonas.

La Guerra civil española comienza con un golpe fracasado. Triunfa en zonas donde la derecha era tradicionalmente fuerte (Castilla-León, Navarra, Baleares), en lugares donde los generales son más decididos (Zaragoza, Sevilla, Granada) y muy importante en el Marruecos español. Pero fracasa en sitios bien importantes: Madrid, lugar donde estaban las reservas de oro del Banco de España; P. Vasco, Cataluña, Cantabria y Asturias (salvo Oviedo) sedes industriales españolas y en todo el Este peninsular.
En términos humanos hablamos de 14 y 11 millones respectivamente en zona republicana y nacional. Los republicanos dominaban la Marina (tras la defenestración de los oficiales) y la
aviación, y el ejército de tierra estaba más dividido aunque la parte más profesional estaba con los sublevados.
Además el ejército republicano era menos homogéneo (mezcla de profesionales con miembros de la izquierda y los sindicatos armados, algo que constituyó la primera gran diferencia en el seno del Frente Popular) e, incluso, con objetivos distintos: los comunistas querían ganar la Guerra mientras que los anarquistas deseaban hacer la revolución al mismo tiempo. El ejército sublevado tenía un líder indiscutible, Franco, y no había diferencias de criterio a la hora de actuar. Se trataba únicamente de ganar la Guerra.
Este bando rebelde fue apoyado desde el primer momento por la Legión Cóndor avanzando
rápidamente, sin encontrar resistencia, hasta Madrid donde se encontraría con el ejército del Norte al mando del General Mola, el “director” del golpe. A pesar de ello la República lograría defender una capital que los principales dirigentes políticos ya habían abandonado: la reorganización del ejército del centro por los generales Rojo y Miaja así como el decisivo apoyo e las Brigadas Internacionales (voluntarios sobre todo franceses y comunistas o antifascistas reclutados por la II Internacional) explican el hecho al que no es ajeno el apoyo armamentístico de la URSS pagado con el célebre “oro de Moscú” lo que de paso aumentaba el poder de los comunistas en el ejército republicano.
Estabilizado el frente en Madrid a pesar de los respectivos intentos por romperlo en batallas como Guadalajara, Jarama o Brunete la actividad se centra en acabar con la resistencia al Norte del país. Allí el ejército se había organizado autónomamente por el gobierno vasco que había diseñado un “cinturón de hierro” en torno a Bilbao que no tardó en caer como lo haría Cantabria y Asturias con lo que buena parte de la industria de guerra pasaba intacta a los sublevados. A destacar en esta campaña el bombardeo por aviones alemanes de la villa de Guernica ensayando lo que luego iba ser común en la II Guerra Mundial.
Las siguientes operaciones bélicas son los contraataques republicanos fracasados de Belchite y Teruel y sobre todo la Batalla del Ebro. Iniciada para evitar la caída de Barcelona y Valencia y prolongar así la Guerra siguiendo la doctrina Negrín fue un episodio sangriento de inicial triunfo
republicano pero de final derrota absoluta a manos de los rebeldes que a partir de entonces ya habían ganado la Guerra. El último acto es la capitulación de Madrid, tras un golpe interno de
Casado y Besteiro, al que sigue el 1 de abril de 1939 el parte final. “La guerra ha terminado”.
Evolución política
1. Zona republicana. El primer efecto del golpe de estado de julio del 36 es la caída del gobierno de Casares Quiroga que se produce como consecuencia de divergencias en el seno del Frente Popular y entre éste y los más radicales sectores de las organizaciones obreras por la necesidad o no de que se armaran a éstas para parar el golpe de los militares, algo que se acabaría haciendo para disgusto de los partidos manos radicales del Frente Popular.
Se produce así una dualidad de poderes en el país: por un lado el formal en las instituciones republicanas y el real en manos de sectores anarcosindicalistas, socialistas y comunistas radicales y armados. La llegada al poder de Francisco Largo Caballero en septiembre del 36, procedente del ala izquierda del PSOE y la UGT supone reorientar esta dualidad hacia un solo poder legítimo, democrático y parlamentario que permitiera afrontar una guerra a largo plazo.
La primavera del año siguiente, 1937, trae importantes enfrentamientos en Cataluña entre
anarcosindicalistas y trotskistas (POUM) por un lado y los partidos sustentantes del gobierno de la Generalitat que conseguirá imponerse a ellos. Consecuencia de esta pugna interna es también la sustitución de Largo Caballero por Negrín al frente del gobierno republicano.
La entrada de éste significa el predominio práctico de los comunistas en el gobierno que son los que marcan la pauta priorizando la victoria en la Guerra sobre cualquier tipo de consideración. A pesar de ello Negrín intentó, también, acabar con el conflicto en sus famosos 13 puntos de mayo del 38 que iban desde la amnistía y la salida de las tropas extranjeras a reformas sociales como la agraria.
La oposición a la idea comunista iría creciendo también, sobre todo en la zona centro como se vería en el golpe Casado-Besteiro, especialmente después de la batalla del Ebro. Se unía a la política internacional de apaciguamiento a Hitler emprendida en Europa, destinada supuestamente a impedir la guerra en el continente, opinión contraria a la de Negrín y los comunistas que la veían inevitable tal y como se vería después.
La zona nacional. El fracaso parcial del golpe de estado obligará a los militares a organizarse por lo que crean una Junta de Defensa Nacional, presidida, significativamente por Cabanellas, el general de mayor rango: se procederá, entonces, a destituir a todos los cargos públicos republicanos y a disolver partidos políticos y sindicatos.
A pesar de esta unificación había tres focos de poder bien diferenciados: Franco y el ejército de Africa, Queipo de Llano máximo dirigente en la zona Sur y Mola, organizador y dirigente en el
Norte. De aquí se pasará al ascenso de Franco a la Jefatura del Estado hecho producido sin excesivos problemas (aunque con ciertas dosis de intriga política) ya que éste disponía del ejército más decisivo, el africano; contaba con el apoyo de los generales monárquicos una vez fallecido Sanjurjo el destinado a dirigir la rebelión y, además, se pensaba que la duración de la Guerra sería corta.
Llegado así Franco, en septiembre del 36, a la Jefatura del estado pronto encaminó sus pasos a construir un “Nuevo Estado, disciplinando los partidos existentes en la zona e iniciando un culto
personal traducido en su denominación como “caudillo” de las tropas sublevadas.
El hecho más importante en esta primera etapa será la constitución del partido único. En este nuevo partido Falange jugará un papel fundamental: había movilizado voluntarios al frente y la retaguardia, utilizaba la prensa y la propaganda y finalmente era imprescindible para mantener el contacto con fuerzas del exterior en Alemania e Italia, puntos donde se aprovisionaba Franco de armamento militar.
Así en los primeros meses de 1937 Franco da un decreto unificador creando la Falange Española Tradicionalista de las JONS bajo su propio mando, excluyendo de paso cualquier otra formación política e, incluso, eliminando cualquier disidencia interna en el seno de los partidos fusionados.
El nuevo partido se caracterizará por su mezcolanza interna, del carlismo al fascismo, su sometimiento a Franco y su labor fundamental en la creación de un Nuevo Estado en trance de edificación.
En junio de ese mismo año Franco acaba con la provisionalidad de la Junta Técnica de Burgos formando su primer gobierno en el cual el falangista franquista Ramón Serrano Súñer juega un papel determinante aunque, de nuevo, es la pluralidad ideológica en el reparto de carteras la nota dominante.
A partir de ahí aparecen los primeros documentos ideológicos (Fuero del Trabajo) del futuro régimen en el que se mezclan elementos fascistas con otros procedentes del mundo católico algo característico de la Dictadura de Franco en la que, también, será hecho clave el sometimiento de todas las cuestiones a su voluntad.
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